CONTRADICCIONES
Se halla con
su amante Rosa
Y ya a su empresa amorosa
Iba tocando a su fin,
Cuando ella entre la arboleda
Trasluce el grupo encantado
En que, en cisne transformado,
Ama Júpiter a Leda;
y encendida de rubor,
Viendo el grupo repugnante,
Se alza, rechaza al amante,
Y exclama huyendo: ¡Qué horror!
Corrida del mal ejemplo,
Entra a rezar en un templo;
Más al ver Rosa el ardor
Con que el altar mayor
Una Virgen de Murillo
Besa a un niño encantador,
Volvió en su pecho sencillo
La llama a arder del amor.
¿Será una ley natural,
Como afirma no sé quién,
Que por contraste fatal
Lleva un mal ejemplo al bien
Y un ejemplo bueno al mal?
RAMÓN DE
CAMPOAMOR
RESIGNACIÓN
¡Sin
lágrimas, sin quejas,
Sin decirlas
adiós, sin un sollozo!
Cumplamos
hasta lo último. . . La suerte
Nos trajo
aquí con el objeto mismo,
Los dos
venimos a enterrar el alma
Bajo la losa
del escepticismo.
Devolver a
un cadáver la existencia;
Que caigan
nuestras flores y que rueden,
Pero al
rodar, siquiera que nos queden
Seca la
vista y firme la conciencia.
¡Ya lo ves!
Para tu alma y para mi alma
Los espacios
y el mundo están desiertos...
Los dos
hemos concluido,
Y de
tristeza y aflicción cubiertos,
Ya no somos
al fin sino dos muertos
Que buscan
la mortaja del olvido.
Niños y
soñadores cuando apenas
De dejar
acabábamos la cuna,
Y nuestras
vidas al dolor ajenas
Se
deslizaban dulces y serenas
Como el ala
de un cisne en la laguna
Cuando la
aurora del primer cariño
Aún no
asomaba a recoger el velo
Que la
ignorancia virginal del niño
Extiende
entre sus párpados y el cielo,
Tu alma como
la mía,
En su reloj
adelantando la hora
Y en sus
tinieblas encendiendo el día,
Vieron un
panorama que se abría
Bajo el beso
y la luz de aquella aurora;
Y sintiendo
al mirar ese paisaje
Las alas de
un esfuerzo soberano,
Temprano las
abrimos, y temprano
Nos trajeron
al término del viaje.
Le dimos a
la tierra
Los tintes
del amor y de la rosa;
A nuestro
huerto nidos y cantares,
A nuestro
cielo pájaros y estrellas;
Agotamos las
flores del camino
Para formar
con ellas
Una corona
al ángel del destino...
Y hoy en
medio del triste desacuerdo
De tanta
flor agonizante o muerta,
Ya sólo se
alza pálida y desierta
La flor
envenenada del recuerdo.
CERNUDA,
LUIS
¿Mi tierra?
Mi tierra
eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente
eres tú.
El destierro
y la muerte
Para mi
están adonde
No estés tú.
¿Y mi vida?
Dime, mi
vida,
¿Qué es, si
no eres tú?
EL VIENTO Y
EL MAR
Con tal
vehemencia el viento
Viene del
mar, que sus sones
Elementales
contagian
El silencio
de la noche.
Solo en tu
cama le escuchas
Insistente
en los cristales
Tocar,
llorando y llamando
Como perdido
sin nadie.
Mas no es él
quien en desvelo
Te tiene,
sino otra fuerza
De que tu
cuerpo es hoy cárcel,
Fue viento
libre, y recuerda.
CERNUDA,
LUIS
ERAS INSTANTE TAN CLARO.
Eras,
instante, tan claro.
Dejando
erguido al deseo
Con sus
vagas ansias tercas.
Siento huir
bajo el otoño
Pálidas
aguas sin fuerza,
Mientras se
olvidan los árboles
De las hojas
que desertan.
La llama
tuerce su hastío,
Sola su viva
presencia,
Y la lámpara
ya duerme
Sobre mis
ojos en vela.
Cuán lejano
todo. Muertas
Las rosas
que ayer abrieran,
Aunque
aliente su secreto
Por las
verdes alamedas.
Bajo
tormentas la playa
Será soledad
de arena
Donde el
amor yazca en sueños.
La tierra y
el mar lo esperan.
CERNUDA,
LUIS
NO DECÍA
PALABRAS
No decía palabras,
Acercaba tan
sólo un cuerpo interrogante
Porque
ignoraba que el deseo es una pregunta
Una hoja
cuya rama no existe,
Un mundo
cuyo cielo no existe.
La angustia
se abre paso entre los huesos,
Remonta por
las venas
Hasta abrirse
en la piel,
Surtidores
de sueño
Hechos carne
en interrogación vuelta a las nubes.
Un roce al
paso,
Una mirada
fugaz entre las sombras,
Bastan para
que el cuerpo se abra en dos,
Ávido de
recibir en sí mismo
Otro cuerpo
que sueñe;
Mitad y
mitad, sueño y sueño, carne y carne,
Iguales en
figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque sólo
sea una esperanza,
Porque el
deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.
CERNUDA,
LUIS
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